lunes, 28 de mayo de 2012

[LOVE] Entre el cielo y Baltimore


Siempre me he considerado un "sopranista". Una persona con la fuerte convicción de haber encontrado en Los Soprano la producción televisiva definitiva. El drama interior shakespeariano de Tony Soprano, el estereotipo del italoamericano marrullero que refleja Paulie, ese Silvio parafraseando a Al Pacino, la falsa redención de Tony B., las reflexiones filosóficas (y desvarios alucinógenos) del sentido de la vida y de la muerte...


Sí. Con Los Soprano pusieron toda la pasión en el asador. Muchos productos televisivos merecen una apreciación especial. Desde grandes clásicos como Twin Peaks o Expediente X, hasta A dos metro bajo tierra, pasándo por El Ala Oeste de la Casablanca, Dexter, y llegando a las producciones de la HBO. La joya de la corona de las series, que últimamente nos brinda con uno de los mejores ejercicios de adaptación: Juego de Tronos.

Como decía, soy un sopranista. O lo era, ya no lo sé. El caso es que en mi vida se cruzó primero el bueno de Anthony Soprano, pero luego... Luego llegó McNulty. Y, detrás de su cuestionable trabajo policial, lentamente aprecias el absoluto genio de una obra sin precedentes. Si Los Soprano es el corazón de la HBO, sin duda, The Wire es el cerebro.

Pero... ¿Cómo definirla? ¿De qué va esta serie? ¿Es una serie policiaca? ¿Es un reflejo del narcotráfico de camellos negros y de yonkis? ¿Va acaso de política, de justicia, de estibadores portuarios? ¿Habla quizás de contrabandistas, de una crítica a la educación o del cuarto poder del periodismo?
Para contestar a estas preguntas, es necesario formular otra: ¿Quién es el protagonista en The Wire? ¿Jimmy McNulty? ¿Omar? ¿Stringer Bell? ¿Lester Freamon? ¿Tommy Carcetti? ¿Marlo?


Nuevamente no hacemos las preguntas adecuadas. Y es que no nos encontramos con una serie usual. No hablamos de tramas escritas para empezar y terminar en 40 o 50 minutos. Así que, desde mi punto de vista, erramos al definir o conceptualizar a The Wire como una serie televisiva. Cuando la ficción es mero complemento, cuando cada diálogo sólo obtiene un significado tras visionar con detalle varios capítulos (o incluso temporadas), cuando se recurre a gente de la calle en vez de actores profesionales; cuando ocurre todo esto, nos alejamos de lo que conocemos como serie. The Wire no es una serie, tampoco es ni de lejos un documental. Por su estructura, lo que tenemos es un libro. Un libro contado con imágenes y sonido, a medio camino entre la prosa y el ensayo crítico. Una lectura audiovisual con un desarrollo lineal, cuyo argumento no sigue patrones.

Por todo esto, The Wire plantea un reto para el espectador y para sus propios creadores. Para los espectadores, porque deben sudar para alcanzar a comprender y disfrutar todo el entramado de personajes y las relaciones entre ellos. Para los creadores, porque no sabían si ese tipo de espectador se iba a hacer notar dentro de la parrilla televisiva norteamericana, y si ese porcentaje iba a ofrecer cifras prometedoras para mantener la serie. La respuesta en su día, fue muy irregular. Mucha gente esperaba ver una versión afroamericana de la italoamericana The Sopranos, otros quizás esperaban ver un CSI de la costa Este, y mucha otra gente sólo entraba a mirar el escaparate para ver si les gustaba algo. Por todo esto, los comienzos fueron difíciles. Pero la HBO no acostumbra a apostar a caballo ganador. Y a pesar de la discreta respuesta de la audiencia y de las dificultades que puso el ayuntamiento de Baltimore, la HBO firmó una segunda temporada para The Wire, apostando por un caballo al que habían examinado concienzudamente y creían que merecía otra carrera. Después de esa temporada debut, la serie comenzó a salir de EE.UU., a la vez que fluía dentro de sus fronteras. Empezó a crearse esa fama del boca a boca que convierte lo meramente audiovisual en artículos de culto y clásicos generacionales. Y normalmente esa fama no sale por nada.

Cuando finalmente vemos en conjunto las 5 temporadas, es cuando uno admira la obra. ¿De dónde ha salido tanto talento? Como siempre, del trabajo de muchas personas, pero llama especialmente la atención el origen de sus creadores y guionistas: un escritor y ex-periodista del Baltimore Sun, un policía retirado que acabó dedicándose a impartir matemáticas en las aulas de la ciudad, un abogado y funcionario del ayuntamiento... Desde luego, hablamos de gente que sabe de lo que escribe.

La policía, por ejemplo. ¿Cómo hemos visto y cómo hemos seguido viendo a esas unidades de homicidios y antivicio de las fuerzas del orden estadounidenses? Los grandes clásicos de cacos y polis, Corrupción en Miami, Starsky & Hutch, Colombo, Canción triste de Hill Street... Han derivado en toda clase de historias de "bueno atrapa a malo", desde aquella lamentable serie de policias montados en bicicleta (Pacific Blue, creo), a los inumerables refritos mutados de CSI que rozan la ciencia ficción, con la que nos bombardean canales como Telecinco y Cuatro: CSI: Las Vegas, Navy: Investigación Criminal, Mentes criminales, CSI: Miami, Bones, Castle, Medium, CSI: Nueva York, Crossing Jordan, CSI: Valdemoro... Todas clones de sí mismas, cuyo argumento (y éxito) se basa más en las turbias relaciones sentimentales de sus protagonistas de ley (propias de culebrón), apoyándose con un toque de humor a tavés de un personaje excéntrico que suelta "carismáticas" frases de Sherlock Holmes. Comisarías limpias, modernas, con unos medios tecnológicos propios del CERN...

Llegados a este punto es cuando el curpulento Bunk Moreland pega un golpe sobre la mesa y pregunta a gritos "¿DÓNDE HA QUEDADO EL TRABAJO POLICIAL, JIMMY?". Sencillamente se ha perdido la costumbre de reflejar el trabajo de un policía, amigo Bunk. Por eso en ninguna de estas series verás a un detective discutiendo con los forenses para quitarse de en medio un asesinato y considerarlo muerte accidental, ni a un departamento al borde de la huelga, ni a un detective fumando un puro en la escena del crimen, ni la intromisión política en los asuntos de la policía producto de una cadena de mando corrupta. Tampoco verás en estas series una escena de la recontrucción de un crimen, en la que magistralmente sólo se usa la palabra "fuck":


En alguno momento alguien dirá: "¡Bubbles! ¡Bubbles es el protagonista de The Wire! Es como los campesinos de Kurosawa. Vemos la ciudad a través de él, que es lo más bajo de los estamentos sociales". No es una mala interpretación, pero Bubbles nunca pisa el ayuntamiento ni los grandes despachos, si bien se codea con policías, yonkis y asesinos. No. Bubbles es otro más. El que despierta más simpatía, puede ser. Yo creo que la intencionalidad de Bubbles es otra. Quizás, la de mostrarnos las barreras que levanta la droga sobra las personas que se ven relacionadas por ella, en este sistema que juega una doble moral con la ilegalidad de la droga. Unas barreras que se levantan altas, y encierra, sin posibilidades a todos los actores y estamentos que participan en él. Así tenemos a dos actores principales de la droga: Stringer Bell y Marlo, que en determinado momento se plantean escalar esas barreras y salir de ese mundo por todo lo alto. Y aunque pueden parecer muy similares, son radicalmente opuestos. Stringer Bell creía ser capaz de legalizar su negocio, de borrar su pasado y de codearse con los mueven el verdadero cotarro. Marlo se da cuenta, muy rápidamente, que su lugar es el único que ha conocido; al que realmente pertenece y encaja: la calle.
Curiosamente es el más débil, Bubbles, el que aparentemente consigue hacer emerger la fortaleza suficiente como levantar otra barrera sobre sí mismo, y escapar sin irse a ningún sitio. El mensaje es el mismo una y otra vez: el escenario es estático, y los actores se van jubilando. Siempre hay un Omar y cien Bubbles para cada Avon Barksdale.

Al margen de la calificación de serie de culto a escala mundial, para la gente de Baltimore, The Wire adquiere otro significado. Homenaje para algunos, insulto para otros, y una auténtica Biblia en los barrios del narcotráfico. Y es que gran parte de la población afroamericana alaba el acertado acercamiento a su modo de vida y, especialmente, a su lenguaje y hábitos de expresión. Según las declaraciones de un pequeño gangster de la zona, que tenía las 5 temporadas de The Wire en el DVD de su todoterreno: "Sólo en esta serie han sabido en qué momento y de qué forma un negro puede llamarle negro a otro negro". ¿Pero, cómo puede alcanzar un éxito internacional un retrato tan local, tan intimista? ¿Puede un ciudadano que no haya vivido en Baltimore entretenerse con una historia que parece "no apta para forasteros"?


Volvemos finalmente a la gran pregunta: ¿Quién es el protagonista de The Wire? Mal para quien busque un personaje. El protagonista y núcleo de esta historia es la propia ciudad de Baltimore. La ciudad de Baltimore. Con sus narcotraficantes, sus polícias, sus profesores, sus yonkis, sus putas, sus periodistas, sus ciudadanos, sus barrios, sus mil y una pequeñas historias. Funciona porque son las historias de esta y mil ciudades. Aunque sólo los ciudadanos de Baltimore puedan entender la rivalidad y los chistes entre Baltimore Este y Baltimore Oeste, el desamparo y el dolor de Bubbles cuando la droga ha consumido toda su vida es universal. Así como el callejón sin salida en el que viven Marlo, Michael, 'Bodie' o D'Angelo. Como los recortes en educación que debe hacer el ayuntamiento de Baltimore por una mala gestión anterior, como la corrupción arraigada a todos los niveles...

Porque esta es la historia de la urbe occidental de principios del siglo XXI, que bien podría haber sido Barcelona, Nápoles, Philadelphia, San Diego, Marsella o Liverpool. Ciudades en las que el valor humano está excesivamente devaluado. Ciudades donde las oportunidades de una nueva vida van desapareciendo. La melancolía y la apatía latente en la sociedad de nuestro tiempo difícilmente podría haber sido reflejada con mayor acierto.

Para la guinda final de este jugoso pastel, añadan una buena dosis de personajes carismáticos con grandes diálogos y una ficción tan bien mimetizada que nada deja de ser completamente verdad, y nada es completamente mentira. The Wire es, sencillamente, perfecta. Una estrella de talento entre el cielo y Baltimore.

miércoles, 23 de mayo de 2012

[HATE] El año que vivimos recortadamente (Parte 1)

¿Ha pasado un año? ¿De verdad? ¿Estáis seguros?

Sí. Que sí. Parece que sí. Cuan efímeros son 365 días, querido Sancho, y la de acontecimientos que pueden asaltarnos en ese periodo de tiempo, sin que el ritmo natural de las cosas cambie lo más mínimo.

Diría, más bien, que desde que un puñado de personas decidieron acampar en la Puerta de Sol el 15 de mayo de 2011, el ritmo natural de los acontecimiento ha puesto la quinta y nos ha atropellado a todos. Qué bonito fue, qué bonito continuó, y qué bonito sigue siendo el espíritu de este movimiento. Pero hago un corte drástico-reflexivo: ¿Realmente es "bonito" el adjetivo que debe llevar de la mano el 15M? ¿Para qué ha servido este intermitente año?

Cambio drástico-argumentativo: Llama loco a esta vuestra merced, Sancho, cuanto te diga que hace más de un año que vengo escuchando la COPE cada mañana, lo que me ha servido para rememorar todo lo que ha ocurrido de un 15 de mayo a otro. Y menudo año, amigo Sancho. Siéntate, y agudiza tu oído para oír este relato en primera persona:

Un alarde de vagueza y masoquismo. Así definiría los primeros minutos de mis mañanas de este último año y pico, en los que he estado a punto de degustar mi propia bilis fruto de la indignación. Han sido fases: empezó con impotencia y rabia, siguió con etapas de profundas carcajadas ante el disparate y últimamente he iniciado una fase de aceptación en la que ya me resbala habitualmente las memeces que llegan a través de la 999 KHz onda media.

Todo comenzó con aquel bombazo informativo: "El equipo de Carrusel Deportivo planta a la Cadena SER y se pasa a la COPE". Mi padre, un interesado del fútbol, cosa que sólo comparto en en su justa medida, cambió entonces la sintonización de la radio del baño. Una radio vieja, nada de presintonías. Cuál fue mi sorpresa al día siguiente, cuando acudo a mi visita rutinaria al baño para empezar el día y la cabecera, publicidad y voces habituales habían cambiado. No sólo había cambiado eso. Había cambiado el tono, el contenido y la supuesta objetividad periodística. Por aquel entonces, el discurso se centraba en descalificar al gobierno socialista y en pedir la dimisión de Zapatero.


Al día siguiente, la ruedecita de la radio, que no estaba habituada a cambios para no perder la calidad de recepción, fue objeto de la anarquía por mi parte. Me dediqué a buscar algo que me apeteciera. No me interesaba la SER, no me llamaba la atención Onda Cero, y no me atrevía a caer en los programas positivistas "humorísticos" de Europa FM o Cadena Dial. Tampoco quebranté mi norma de "los 40, jamás de los jamases". Por tanto, el resto de la semana estuve escuchando Radio 3.

Sin embargo, tras el fin de semana, la COPE volvió a mí, como las moscas a la mierda. Vuelvo al principio: llamemosle vagueza, vangancia o dejadez el no querer mantener una eterna lucha con mi padre por la radio, pero me pareció un experimento curioso tomar el rol de ese tipo de oyentes, esa España profunda susceptible de ser manipulada. Sabía que sería doloroso en cierta medida. No tanto como atarme al estilo de La Naranja Mecánica y ponerme varias horas a ver Intereconomía, pero repercusiones a mis ánimos, iba a haber.

Finales del 2010. Sí, la cosa se planteaba curiosa. Crisis, fin de legislatura... Pero nadie me había preparado para todo lo que iba a acontecer. Ha sido duro, lo reconozco. Mañanas en los que levantas la voz fruto del más profundo malestar e indignación por los rebuznos hirientes y malsonantes que se soltaban indiscriminadamente en esta emisora. En este año he escuchado faltas de todo tipo, comentarios personales manipuladores a cada titular del día y tergiversaciones manipuladoras.

15 de mayo de 2011: indiferencia y descalificación. Mofas del tipo: "estos niñatos lo que tienen que hacer es buscarse un trabajo" o "habría que lavar la puerta del Sol, así algún perroflauta aprende a ducharse". Después de la brutalidad en Barcelona, la cosa se puso más seria: "radicales de la izquierda más dura controlan el 15M y promueven la violencia sin control". El tono general antes de las elecciones: "Izquierda Unida y otros estalinistas mueven los hilos del 15M". El tono desde que Mariano gobierna : "el 15M es una herramienta más de la oposición socialista, al igual que los sindicatos". De órdago, vaya. Pero dejemos el 15M a un lado, para la segunda entrega de este post, y sigamos los acontecimientos cronológicamente.

El verano se acercaba, y ya se publicitaba el evento más importante de la historia de España. La razón de nuestra existencia y la del ornitorrinco: las magníficas JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD. A priori, el nombre me hacía pensar en un festival abierto con música, eventos culturales y actividades de todo tipo en Madrid. Pero no, eso no sería propio de ponerse en la COPE. Todo cobraba sentido: Madrid se preparaba para recibir a el Papichulo Benedicto y su horda de belivers. El especial informativo para las JMJ, por supuesto, no tenía precedente en la trayectoria de los especiales en el ámbito de las retransmisiones sectarias en directo. Hubo especial hincapié en justificar todos y cada uno de los euros empleados en la construcción de altares, despliegue de policía y personal sanitario, comida tirada de precio o servicios especiales de transporte público. Y no sólo los euros; pretendieron hacer justificaciones morales de lo que era la "buena juventud". No les salió demasiado bien, teniendo en cuenta la panda de extremistas que deambulaban por toda España con las camisetitas JMJ que les regalamos. Porque sí, amigos, aunque no lo dijo la COPE, un gran porcentaje de los supuesto adoradores de Ratzinger (curiosamente le adoran a él por encima de su fé o de Jesús), ni siquiera pisó Madrid. Se dedicaron a hacer turismo barato por toda España. Como el curioso caso de unos cristianitos voyeurs, que se dedicaban a mirar tetas en playas nudistas.
Por supuesto, desde el punto de vista de la radio preferida por la casta con caspa, las JMJ fueron un éxito y un privilegio para España.

Elecciones anticipadas: 20N. Entre el aniversario de la muerte de Franco y la victoria del PP, los bukakes y las orgías camparon a sus anchas en las redacciones de la COPE. Llegaba el cambio. El 21 de noviembre, España era una España mejor. Super Mariano nos iba a sacar a todos de la crisis. Cientos de gentiles y buenos españoles se agolpaban a las puerta de Génova para recibir un empleo de al menos 1.500 € al mes, para poder seguir pagando las casas del banco, los coches del banco, la tele 3D de 60'' del banco... En fin, optimismo. Esa es la idea que nuestros "coperos" querían instaurar en las mentes de los que les escuchaban. "No va a ser fácil, pero lo que hay que hacer como buenos españoles es apretarse el cinturón y aguantar, porque quejarse no va a servir de nada y sólo va a contribuir a empeorar la imagen de España". Traducción: "Joderos, que vais a pagar vosotros, y joderos en silencio para que toda Europa vea lo imbéciles que sois".

Qué bonita es la Navidad, sobretodo en un comedor social. Mientras tanto Rodrigo Rato se hacía manolas con billetes de 500 €, y Urdangarín usaba mondadientes de plata en Washington con un puesto de trabajo que no desempeñaba. Pero eso aún no lo sabíamos, no querían que lo supieramos, y lo que es peor, pensamos que era mejor no saberlo.

Recortando. Ba Da Bum Tsss! ¿Pero..? ¿No iban a mejorar las cosas con el PP? ¿Porque me quitan más de IRPF? ¿Por qué la universidad de mi hijo vale el doble? ¿Por qué debo pasar miedo porque me despidan para contratar a un chaval joven por la mitad? ¿Por qué sube tanto el transporte público y la gasolina? ¿Por qué me estoy viendo obligado a llevar a mi hijo a un colegio privado o concertado? ¿Por qué hay un trato tan pésimo en la sanidad pública? ¿En qué ayuda a mi situación económica que se nacionalice la fiesta del toro, se prohiba el aborto o se inicien campañas en contra de los homosexuales?
La frase tópica: disfruten de lo votado. Pero es que ni eso, la realidad es: disfruten de las mentiras que se han tragado. Por supuesto, ha habido un cambio en España. Un paso hacia atrás, y un salto global hacia el feudalismo del siglo XXI.

15 de mayo de 2012... [Próximamente en la parte 2]

lunes, 14 de mayo de 2012

[LOVE] Risasíntesis

El otro día ví un capítulo de la serie Modern Family. En él, Phil, el padre de familia de los Dunphy recibía en su casa para cenar, a modo de entrevista informal, a un exitoso empresario inmobiliario que planea contratarle.

Todo va bien para Phil, sólo que su futuro jefe (interpretado por Greg Kinnear) le tira los trastos descaradamente a su mujer, Claire. Le mira continuamente, alaba su belleza y se propasa con la guinda de besarla en la boca para despedirla. Sin embargo, Phil no ve, o no quiere ver, el asunto. Es más, Claire se lo dice abiertamente (que le besa en la boca, y le toca demasiado), y él piensa que está teniendo alucinaciones propias de alguna crisis estética femenina. Todo en la línea del personaje (uno de mis favoritos de la serie).
Pero la cosa sigue, ya que el "futuro jefe" insiste en que vayan a cenar a su casa. Claire en principio se niega, pero acepta ya que quiere demostrarle a Phil que el otro tiene las manos muy largas, y así despertar sus celos.
Resulta que el futuro jefe era muy abierto con todo el mundo, como pudieron ver en su casa, y Claire le tiene que dar la razón a Phil y admite que ha exagerado, con lo cuál decide apoyar plenamente a su marido y a su prometedora oferta de trabajo. Entonces el jefe empiezan a contar chistes y Claire se parte airadamente. Phil se pone de los nervios, se levanta, coje a Claire de la mano, y se va bruscamente ofendido.

Como ya vimos en Friends con Chandler y Monica, cuando Monica dice haber conocido al tipo más gracioso del mundo en el trabajo. Chandler se pone frenético. Tiene miedo. Se siente amenazado. Duda. Phil y Chandler son sintomáticos de Los celos por risas.


Efectivamente no es la primera vez que se refleja esta debilidad masculina (la considero masculina por la parte que me toca, aunque no descarto casos en mujeres) en la ficción. Y es que un auténtico "devorador de risas", no puede permitir que otro macho alfa del humor se cruce en el camino de su hembra.

Acuño el término "devorador de risas" para denominar al sujeto que aquí nos trae. El devorador de risas, como la mayoría de los seres humanos, nace como bebé. Se alimenta, crece, desarrolla una debilidad visible objeto de burla y acaba en el colegio. Aquí la naturaleza no tiene piedad, y marcará una personalidad que acabará blindando sus defensas a través de su mente. ¿Y qué es el humor, si no una forma de mantener afilada la mente?
El devorador de risas aprende a socializarse a través de la risa. Germina las relaciones en base a la reacción que ejercen sus sutiles payasadas. A menudo este sintetizador de diversiones engendra un narcisismo, que aisla involuntariamente a los que rechazan sus gracias, ya que no es capaz de iniciar una conversación interesándose por las aburridas vivencias de dichos individuos, a los que considera inferiores intelectualmente.

Entonces, un buen día una mujer especial se cruza en la vida de nuestro devorador. Esta alegre muchacha es incapaz de contener la risa con cada ocurrencia despotricada por el engulle carcajadas. Llegado el momento, esta chica se queda sin aire, no puede con esa broma. Pronuncia la frase definitiva: "no puedo contigo". En este momento nuestro glotón de los balbuceos lúdicos y contagiosos conocido como risas, ha alcanzado la cúspide de su risasíntesis. Se ha enamorado.

Por suerte para nuestro amigo hay un dicho popular que parece cumplirse inexplicablemente en algunos ejemplares extraordinarios del género femenino: "La risa abre más almejas que el agua hirviendo".

Et voilá! Obtenemos una bonita relación basada en el "indoor love", o amor de interior. Pero... Hay que preguntarse... ¿De dónde surge realmente la actitud del devorador de risas? Chocamos irónicamente con una de las mayores incógnitas de las revistas Cosmopolitan, Elle, Glamour y Cuore juntas: ¿Existe el hombre perfecto?

La fórmula ante las estrictas peticiones del género, nos lleva a especular con la existencia de algunos sujetos que podrían dar el pego. Ante esta tesitura, las mujeres tienden con el tiempo a lo que se llama falsamente "madurar", lo que es en realidad rebajar expectativas. Una vez bajado el listón, un devorador de risas puede suplir varias peticiones básicas: diversión, ingenio, comprensión, respeto, fidelidad... El factor rendimiento sexual queda ligado estrictamente a las habilidades del individuo, pero el aspecto físico será el detonante del principal inconveniente: la inseguridad. La fémina que acepta al ejemplar de la risasíntesis, tiene el defecto genético de no elegir al más fuerte. Y él lo sabe. La inseguridad será la constante común a partir de ahora.


Por tanto, alcanzamos finalmente el error de base: Reírse con otro. Una desgraciada calamidad equiparable a unos cuernos en toda regla. En algunos casos, acostarse con otro hombre podría llegar a ser menos doloroso. Se hiere el único punto fuerte del sujeto y se agita su autoestima.


Acabamos.


MORALEJA: Si es usted mujer y comparte relación sentimental con un macho beta que obtiene su energía vital de la risa de los demás, y especialmente de la suya, CUÍDELO. No se ría con otro hombre, ni le ofrezca carcajadas fingidas. Si bien es cierto que el hombre perfecto no existe, es posible que nadie, repetimos, nadie, vaya a dedicarle un mayor ímpetu por su bienestar, comodidad y felicidad.


Por otro lado, seguramente acabaría perdonándola.


Palabra de un devorador de risas.

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