lunes, 18 de enero de 2016

[LOVE] Reescribiendo El Despertar de la Fuerza

Un mes después, voy a romper el hielo. No quisiera que ningún despechado perdiera el tiempo, así que doy la oportunidad de dejar de leer a partir de las siguientes palabras: Me ha gustado Star Wars - Episodio VII: El Despertar de la Fuerza. De hecho hacía tiempo que no me pasaba, pero la he vuelto a ver una segunda vez y me ha gustado aún más. Disfruté como un enano el día del estreno y me levanté de la butaca compartiendo miradas de complicidad entre los que abandonábamos la sala, miradas que me hacían suponer que sí, esta vez sí. Se había conseguido devolver ese nosequé que estimula nosecuanto. Se había reestablecido el equilibrio en la Fuerza. Esta vez habría consenso entre los fans: esta es buena.


En ese momento de exacerbada exaltación de sentimientos encontrados, fui incapaz de ver lo equivocado que estaba. En mi retiro de reflexión el primer fin de semana, detecté las carencias que arrastraba la nueva epopeya galáctica. Tan obnubilado estuve por lo bien que funcionaban las nuevas caras, que no presté atención a esas debilidades que podrían derrumbar esta nueva etapa Disney de la galaxia de galaxias. El lunes después del gran estreno del año, empecé a leer y escuchar las impresiones de los grandes bastiones de la opinión en materia del universo Star Wars, y se confirmaba que no todo el monte es orégano, ni va a Mahoma. Había dos sectores enfrentados.

Fue duro descubrir que varias fuentes especializadas en cine, cultura y concretamente en la saga de Star Wars, atentaban directamente contra mi persona por el hecho de haber disfrutado y valorado positivamente la película. Me convertí en una víctima del público generalista, un fan de medio pelo, un falso fan, una persona que no tiene ni idea de cine, un borrego, un bobo, un ignorante de lo que realmente significa Star Wars y uno más de la masa inculta que consume cine palomitero sin ningún criterio. Un traidor, en resumidas cuentas.

¿Tan ciego había estado? ¿No pude ver los defectos afincados en la espina dorsal del taquillazo del año? ¿O quizás los vi pero no me importaron? Toda la información objetiva de que disponía, me llevaban a una única conclusión: la película debería haberme decepcionado soberanamente. Entonces... ¿por qué sonreí con cara de imbécil con cada fotograma? ¿Por qué tengo constantes ganas de volver a verla (y ya van tres)? ¿Por qué escucho en bucle la banda sonora, recreando los grandes momentos e imaginando el devenir de los personajes en las próximas entregas?

Sencillamente porque me ha gustado. Porque me he vuelto a zambullir en este universo, al que tantas horas he dedicado, y de nuevo a través de la gran pantalla. Porque he vuelto a creer en unos personajes y en sus historias, gracias seguramente a acudir a la sala sin expectativas predeterminadas, ni ideas preconcebidas. Y sobre todo, porque creo que es una película con muchas menos pretensiones que sus predecesoras de los 2000, y aunque muchos opinen lo contrario, creo que ese factor es muy positivo para la saga.

Y, sin embargo, el análisis frío de un humilde conocedor de la galaxia, me lleva a afrontar con solemnidad los que, hay que llamar, "atajos" (a menudo ridículos) del guión, fruto seguramente de la improvisación por una desmedida presión de Disney para entregar la película en el tiempo fijado para romper todos los records posibles de recaudación. Puede que nunca sepamos hasta qué punto Abrams y Kasdan son responsables de estas molestas inconsistencias o si, por el contrario, tuvieron que tragar con decisiones corporativas impuestas para que el producto resultara atractivo al abanico total de la audiencia. El caso es que, aunque me ilusiona la evolución de esta nueva historia y cómo puede desarrollarse en las próximas películas, todas estas puntualizaciones que expongo podrían suponer las bases de aquellos que argumentan que Disney ha cometido (y va a cometer) una posible destrucción de la saga.