Siempre me he considerado un "sopranista". Una persona con la fuerte convicción de haber encontrado en Los Soprano la producción televisiva definitiva. El drama interior shakespeariano de Tony Soprano, el estereotipo del italoamericano marrullero que refleja Paulie, ese Silvio parafraseando a Al Pacino, la falsa redención de Tony B., las reflexiones filosóficas (y desvarios alucinógenos) del sentido de la vida y de la muerte...
Sí. Con Los Soprano pusieron toda la pasión en el asador. Muchos productos televisivos merecen una apreciación especial. Desde grandes clásicos como Twin Peaks o Expediente X, hasta A dos metro bajo tierra, pasándo por El Ala Oeste de la Casablanca, Dexter, y llegando a las producciones de la HBO. La joya de la corona de las series, que últimamente nos brinda con uno de los mejores ejercicios de adaptación: Juego de Tronos.
Como decía, soy un sopranista. O lo era, ya no lo sé. El caso es que en mi vida se cruzó primero el bueno de Anthony Soprano, pero luego... Luego llegó McNulty. Y, detrás de su cuestionable trabajo policial, lentamente aprecias el absoluto genio de una obra sin precedentes. Si Los Soprano es el corazón de la HBO, sin duda, The Wire es el cerebro.
Pero... ¿Cómo definirla? ¿De qué va esta serie? ¿Es una serie policiaca? ¿Es un reflejo del narcotráfico de camellos negros y de yonkis? ¿Va acaso de política, de justicia, de estibadores portuarios? ¿Habla quizás de contrabandistas, de una crítica a la educación o del cuarto poder del periodismo?
Para contestar a estas preguntas, es necesario formular otra: ¿Quién es el protagonista en The Wire? ¿Jimmy McNulty? ¿Omar? ¿Stringer Bell? ¿Lester Freamon? ¿Tommy Carcetti? ¿Marlo?
Nuevamente no hacemos las preguntas adecuadas. Y es que no nos encontramos con una serie usual. No hablamos de tramas escritas para empezar y terminar en 40 o 50 minutos. Así que, desde mi punto de vista, erramos al definir o conceptualizar a The Wire como una serie televisiva. Cuando la ficción es mero complemento, cuando cada diálogo sólo obtiene un significado tras visionar con detalle varios capítulos (o incluso temporadas), cuando se recurre a gente de la calle en vez de actores profesionales; cuando ocurre todo esto, nos alejamos de lo que conocemos como serie. The Wire no es una serie, tampoco es ni de lejos un documental. Por su estructura, lo que tenemos es un libro. Un libro contado con imágenes y sonido, a medio camino entre la prosa y el ensayo crítico. Una lectura audiovisual con un desarrollo lineal, cuyo argumento no sigue patrones.
Por todo esto, The Wire plantea un reto para el espectador y para sus propios creadores. Para los espectadores, porque deben sudar para alcanzar a comprender y disfrutar todo el entramado de personajes y las relaciones entre ellos. Para los creadores, porque no sabían si ese tipo de espectador se iba a hacer notar dentro de la parrilla televisiva norteamericana, y si ese porcentaje iba a ofrecer cifras prometedoras para mantener la serie. La respuesta en su día, fue muy irregular. Mucha gente esperaba ver una versión afroamericana de la italoamericana The Sopranos, otros quizás esperaban ver un CSI de la costa Este, y mucha otra gente sólo entraba a mirar el escaparate para ver si les gustaba algo. Por todo esto, los comienzos fueron difíciles. Pero la HBO no acostumbra a apostar a caballo ganador. Y a pesar de la discreta respuesta de la audiencia y de las dificultades que puso el ayuntamiento de Baltimore, la HBO firmó una segunda temporada para The Wire, apostando por un caballo al que habían examinado concienzudamente y creían que merecía otra carrera. Después de esa temporada debut, la serie comenzó a salir de EE.UU., a la vez que fluía dentro de sus fronteras. Empezó a crearse esa fama del boca a boca que convierte lo meramente audiovisual en artículos de culto y clásicos generacionales. Y normalmente esa fama no sale por nada.
Cuando finalmente vemos en conjunto las 5 temporadas, es cuando uno admira la obra. ¿De dónde ha salido tanto talento? Como siempre, del trabajo de muchas personas, pero llama especialmente la atención el origen de sus creadores y guionistas: un escritor y ex-periodista del Baltimore Sun, un policía retirado que acabó dedicándose a impartir matemáticas en las aulas de la ciudad, un abogado y funcionario del ayuntamiento... Desde luego, hablamos de gente que sabe de lo que escribe.
La policía, por ejemplo. ¿Cómo hemos visto y cómo hemos seguido viendo a esas unidades de homicidios y antivicio de las fuerzas del orden estadounidenses? Los grandes clásicos de cacos y polis, Corrupción en Miami, Starsky & Hutch, Colombo, Canción triste de Hill Street... Han derivado en toda clase de historias de "bueno atrapa a malo", desde aquella lamentable serie de policias montados en bicicleta (Pacific Blue, creo), a los inumerables refritos mutados de CSI que rozan la ciencia ficción, con la que nos bombardean canales como Telecinco y Cuatro: CSI: Las Vegas, Navy: Investigación Criminal, Mentes criminales, CSI: Miami, Bones, Castle, Medium, CSI: Nueva York, Crossing Jordan, CSI: Valdemoro... Todas clones de sí mismas, cuyo argumento (y éxito) se basa más en las turbias relaciones sentimentales de sus protagonistas de ley (propias de culebrón), apoyándose con un toque de humor a tavés de un personaje excéntrico que suelta "carismáticas" frases de Sherlock Holmes. Comisarías limpias, modernas, con unos medios tecnológicos propios del CERN...
Llegados a este punto es cuando el curpulento Bunk Moreland pega un golpe sobre la mesa y pregunta a gritos "¿DÓNDE HA QUEDADO EL TRABAJO POLICIAL, JIMMY?". Sencillamente se ha perdido la costumbre de reflejar el trabajo de un policía, amigo Bunk. Por eso en ninguna de estas series verás a un detective discutiendo con los forenses para quitarse de en medio un asesinato y considerarlo muerte accidental, ni a un departamento al borde de la huelga, ni a un detective fumando un puro en la escena del crimen, ni la intromisión política en los asuntos de la policía producto de una cadena de mando corrupta. Tampoco verás en estas series una escena de la recontrucción de un crimen, en la que magistralmente sólo se usa la palabra "fuck":
En alguno momento alguien dirá: "¡Bubbles! ¡Bubbles es el protagonista de The Wire! Es como los campesinos de Kurosawa. Vemos la ciudad a través de él, que es lo más bajo de los estamentos sociales". No es una mala interpretación, pero Bubbles nunca pisa el ayuntamiento ni los grandes despachos, si bien se codea con policías, yonkis y asesinos. No. Bubbles es otro más. El que despierta más simpatía, puede ser. Yo creo que la intencionalidad de Bubbles es otra. Quizás, la de mostrarnos las barreras que levanta la droga sobra las personas que se ven relacionadas por ella, en este sistema que juega una doble moral con la ilegalidad de la droga. Unas barreras que se levantan altas, y encierra, sin posibilidades a todos los actores y estamentos que participan en él. Así tenemos a dos actores principales de la droga: Stringer Bell y Marlo, que en determinado momento se plantean escalar esas barreras y salir de ese mundo por todo lo alto. Y aunque pueden parecer muy similares, son radicalmente opuestos. Stringer Bell creía ser capaz de legalizar su negocio, de borrar su pasado y de codearse con los mueven el verdadero cotarro. Marlo se da cuenta, muy rápidamente, que su lugar es el único que ha conocido; al que realmente pertenece y encaja: la calle.
Curiosamente es el más débil, Bubbles, el que aparentemente consigue hacer emerger la fortaleza suficiente como levantar otra barrera sobre sí mismo, y escapar sin irse a ningún sitio. El mensaje es el mismo una y otra vez: el escenario es estático, y los actores se van jubilando. Siempre hay un Omar y cien Bubbles para cada Avon Barksdale.
Al margen de la calificación de serie de culto a escala mundial, para la gente de Baltimore, The Wire adquiere otro significado. Homenaje para algunos, insulto para otros, y una auténtica Biblia en los barrios del narcotráfico. Y es que gran parte de la población afroamericana alaba el acertado acercamiento a su modo de vida y, especialmente, a su lenguaje y hábitos de expresión. Según las declaraciones de un pequeño gangster de la zona, que tenía las 5 temporadas de The Wire en el DVD de su todoterreno: "Sólo en esta serie han sabido en qué momento y de qué forma un negro puede llamarle negro a otro negro". ¿Pero, cómo puede alcanzar un éxito internacional un retrato tan local, tan intimista? ¿Puede un ciudadano que no haya vivido en Baltimore entretenerse con una historia que parece "no apta para forasteros"?
Volvemos finalmente a la gran pregunta: ¿Quién es el protagonista de The Wire? Mal para quien busque un personaje. El protagonista y núcleo de esta historia es la propia ciudad de Baltimore. La ciudad de Baltimore. Con sus narcotraficantes, sus polícias, sus profesores, sus yonkis, sus putas, sus periodistas, sus ciudadanos, sus barrios, sus mil y una pequeñas historias. Funciona porque son las historias de esta y mil ciudades. Aunque sólo los ciudadanos de Baltimore puedan entender la rivalidad y los chistes entre Baltimore Este y Baltimore Oeste, el desamparo y el dolor de Bubbles cuando la droga ha consumido toda su vida es universal. Así como el callejón sin salida en el que viven Marlo, Michael, 'Bodie' o D'Angelo. Como los recortes en educación que debe hacer el ayuntamiento de Baltimore por una mala gestión anterior, como la corrupción arraigada a todos los niveles...
Porque esta es la historia de la urbe occidental de principios del siglo XXI, que bien podría haber sido Barcelona, Nápoles, Philadelphia, San Diego, Marsella o Liverpool. Ciudades en las que el valor humano está excesivamente devaluado. Ciudades donde las oportunidades de una nueva vida van desapareciendo. La melancolía y la apatía latente en la sociedad de nuestro tiempo difícilmente podría haber sido reflejada con mayor acierto.
Para la guinda final de este jugoso pastel, añadan una buena dosis de personajes carismáticos con grandes diálogos y una ficción tan bien mimetizada que nada deja de ser completamente verdad, y nada es completamente mentira. The Wire es, sencillamente, perfecta. Una estrella de talento entre el cielo y Baltimore.
Pero... ¿Cómo definirla? ¿De qué va esta serie? ¿Es una serie policiaca? ¿Es un reflejo del narcotráfico de camellos negros y de yonkis? ¿Va acaso de política, de justicia, de estibadores portuarios? ¿Habla quizás de contrabandistas, de una crítica a la educación o del cuarto poder del periodismo?
Para contestar a estas preguntas, es necesario formular otra: ¿Quién es el protagonista en The Wire? ¿Jimmy McNulty? ¿Omar? ¿Stringer Bell? ¿Lester Freamon? ¿Tommy Carcetti? ¿Marlo?
Nuevamente no hacemos las preguntas adecuadas. Y es que no nos encontramos con una serie usual. No hablamos de tramas escritas para empezar y terminar en 40 o 50 minutos. Así que, desde mi punto de vista, erramos al definir o conceptualizar a The Wire como una serie televisiva. Cuando la ficción es mero complemento, cuando cada diálogo sólo obtiene un significado tras visionar con detalle varios capítulos (o incluso temporadas), cuando se recurre a gente de la calle en vez de actores profesionales; cuando ocurre todo esto, nos alejamos de lo que conocemos como serie. The Wire no es una serie, tampoco es ni de lejos un documental. Por su estructura, lo que tenemos es un libro. Un libro contado con imágenes y sonido, a medio camino entre la prosa y el ensayo crítico. Una lectura audiovisual con un desarrollo lineal, cuyo argumento no sigue patrones.
Por todo esto, The Wire plantea un reto para el espectador y para sus propios creadores. Para los espectadores, porque deben sudar para alcanzar a comprender y disfrutar todo el entramado de personajes y las relaciones entre ellos. Para los creadores, porque no sabían si ese tipo de espectador se iba a hacer notar dentro de la parrilla televisiva norteamericana, y si ese porcentaje iba a ofrecer cifras prometedoras para mantener la serie. La respuesta en su día, fue muy irregular. Mucha gente esperaba ver una versión afroamericana de la italoamericana The Sopranos, otros quizás esperaban ver un CSI de la costa Este, y mucha otra gente sólo entraba a mirar el escaparate para ver si les gustaba algo. Por todo esto, los comienzos fueron difíciles. Pero la HBO no acostumbra a apostar a caballo ganador. Y a pesar de la discreta respuesta de la audiencia y de las dificultades que puso el ayuntamiento de Baltimore, la HBO firmó una segunda temporada para The Wire, apostando por un caballo al que habían examinado concienzudamente y creían que merecía otra carrera. Después de esa temporada debut, la serie comenzó a salir de EE.UU., a la vez que fluía dentro de sus fronteras. Empezó a crearse esa fama del boca a boca que convierte lo meramente audiovisual en artículos de culto y clásicos generacionales. Y normalmente esa fama no sale por nada.
Cuando finalmente vemos en conjunto las 5 temporadas, es cuando uno admira la obra. ¿De dónde ha salido tanto talento? Como siempre, del trabajo de muchas personas, pero llama especialmente la atención el origen de sus creadores y guionistas: un escritor y ex-periodista del Baltimore Sun, un policía retirado que acabó dedicándose a impartir matemáticas en las aulas de la ciudad, un abogado y funcionario del ayuntamiento... Desde luego, hablamos de gente que sabe de lo que escribe.
La policía, por ejemplo. ¿Cómo hemos visto y cómo hemos seguido viendo a esas unidades de homicidios y antivicio de las fuerzas del orden estadounidenses? Los grandes clásicos de cacos y polis, Corrupción en Miami, Starsky & Hutch, Colombo, Canción triste de Hill Street... Han derivado en toda clase de historias de "bueno atrapa a malo", desde aquella lamentable serie de policias montados en bicicleta (Pacific Blue, creo), a los inumerables refritos mutados de CSI que rozan la ciencia ficción, con la que nos bombardean canales como Telecinco y Cuatro: CSI: Las Vegas, Navy: Investigación Criminal, Mentes criminales, CSI: Miami, Bones, Castle, Medium, CSI: Nueva York, Crossing Jordan, CSI: Valdemoro... Todas clones de sí mismas, cuyo argumento (y éxito) se basa más en las turbias relaciones sentimentales de sus protagonistas de ley (propias de culebrón), apoyándose con un toque de humor a tavés de un personaje excéntrico que suelta "carismáticas" frases de Sherlock Holmes. Comisarías limpias, modernas, con unos medios tecnológicos propios del CERN...
Llegados a este punto es cuando el curpulento Bunk Moreland pega un golpe sobre la mesa y pregunta a gritos "¿DÓNDE HA QUEDADO EL TRABAJO POLICIAL, JIMMY?". Sencillamente se ha perdido la costumbre de reflejar el trabajo de un policía, amigo Bunk. Por eso en ninguna de estas series verás a un detective discutiendo con los forenses para quitarse de en medio un asesinato y considerarlo muerte accidental, ni a un departamento al borde de la huelga, ni a un detective fumando un puro en la escena del crimen, ni la intromisión política en los asuntos de la policía producto de una cadena de mando corrupta. Tampoco verás en estas series una escena de la recontrucción de un crimen, en la que magistralmente sólo se usa la palabra "fuck":
En alguno momento alguien dirá: "¡Bubbles! ¡Bubbles es el protagonista de The Wire! Es como los campesinos de Kurosawa. Vemos la ciudad a través de él, que es lo más bajo de los estamentos sociales". No es una mala interpretación, pero Bubbles nunca pisa el ayuntamiento ni los grandes despachos, si bien se codea con policías, yonkis y asesinos. No. Bubbles es otro más. El que despierta más simpatía, puede ser. Yo creo que la intencionalidad de Bubbles es otra. Quizás, la de mostrarnos las barreras que levanta la droga sobra las personas que se ven relacionadas por ella, en este sistema que juega una doble moral con la ilegalidad de la droga. Unas barreras que se levantan altas, y encierra, sin posibilidades a todos los actores y estamentos que participan en él. Así tenemos a dos actores principales de la droga: Stringer Bell y Marlo, que en determinado momento se plantean escalar esas barreras y salir de ese mundo por todo lo alto. Y aunque pueden parecer muy similares, son radicalmente opuestos. Stringer Bell creía ser capaz de legalizar su negocio, de borrar su pasado y de codearse con los mueven el verdadero cotarro. Marlo se da cuenta, muy rápidamente, que su lugar es el único que ha conocido; al que realmente pertenece y encaja: la calle.
Curiosamente es el más débil, Bubbles, el que aparentemente consigue hacer emerger la fortaleza suficiente como levantar otra barrera sobre sí mismo, y escapar sin irse a ningún sitio. El mensaje es el mismo una y otra vez: el escenario es estático, y los actores se van jubilando. Siempre hay un Omar y cien Bubbles para cada Avon Barksdale.
Al margen de la calificación de serie de culto a escala mundial, para la gente de Baltimore, The Wire adquiere otro significado. Homenaje para algunos, insulto para otros, y una auténtica Biblia en los barrios del narcotráfico. Y es que gran parte de la población afroamericana alaba el acertado acercamiento a su modo de vida y, especialmente, a su lenguaje y hábitos de expresión. Según las declaraciones de un pequeño gangster de la zona, que tenía las 5 temporadas de The Wire en el DVD de su todoterreno: "Sólo en esta serie han sabido en qué momento y de qué forma un negro puede llamarle negro a otro negro". ¿Pero, cómo puede alcanzar un éxito internacional un retrato tan local, tan intimista? ¿Puede un ciudadano que no haya vivido en Baltimore entretenerse con una historia que parece "no apta para forasteros"?
Volvemos finalmente a la gran pregunta: ¿Quién es el protagonista de The Wire? Mal para quien busque un personaje. El protagonista y núcleo de esta historia es la propia ciudad de Baltimore. La ciudad de Baltimore. Con sus narcotraficantes, sus polícias, sus profesores, sus yonkis, sus putas, sus periodistas, sus ciudadanos, sus barrios, sus mil y una pequeñas historias. Funciona porque son las historias de esta y mil ciudades. Aunque sólo los ciudadanos de Baltimore puedan entender la rivalidad y los chistes entre Baltimore Este y Baltimore Oeste, el desamparo y el dolor de Bubbles cuando la droga ha consumido toda su vida es universal. Así como el callejón sin salida en el que viven Marlo, Michael, 'Bodie' o D'Angelo. Como los recortes en educación que debe hacer el ayuntamiento de Baltimore por una mala gestión anterior, como la corrupción arraigada a todos los niveles...
Porque esta es la historia de la urbe occidental de principios del siglo XXI, que bien podría haber sido Barcelona, Nápoles, Philadelphia, San Diego, Marsella o Liverpool. Ciudades en las que el valor humano está excesivamente devaluado. Ciudades donde las oportunidades de una nueva vida van desapareciendo. La melancolía y la apatía latente en la sociedad de nuestro tiempo difícilmente podría haber sido reflejada con mayor acierto.
Para la guinda final de este jugoso pastel, añadan una buena dosis de personajes carismáticos con grandes diálogos y una ficción tan bien mimetizada que nada deja de ser completamente verdad, y nada es completamente mentira. The Wire es, sencillamente, perfecta. Una estrella de talento entre el cielo y Baltimore.
1 comentario:
Lo mío me ha costado, pero al fin estoy viendo The Wire, por algún motivo que desconozco se me atragantó el primer capítulo en varias ocasiones. Estás en lo cierto cuando dices que el protagonista es la ciudad y los actores son los secundarios en una serie coral e hiperrealista. Idris Elba se confirma como uno de mis actores favoritos.
Un saludo.
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