"Soy Massimo Décimo Tartaglia, ingeniero esquizofrénico en paro, amante de los souvenirs, hijo de un diseñador gráfico, marido de una democracia asesinada... y alcanzaré mi venganza en esta vida o en la otra". (Cosecha propia)
Duden siempre, lectores y lectoras inexistentes, de tomarme por un progresista. Tampoco diré que la violencia es el camino a seguir, diré tán solo que es un camino. Simplemente me satisface ver a alguien engreido y vanidoso recibir un golpe de humildad. ¡Y qué golpe damas y caballeros!
Sólo un desiquilibrado mental podía alcanzar el estrellato de esta manera: con una estatuilla de resina y yeso y con buena puntería. Me refiero a Don Massimo Tartaglia, un ingeniero anónimo, que no se sabe muy bien si por un desequilibrio puntual o por un desprecio desmesurado le partió la cara a Silvio Berlusconi con un souvenir en un acto de "pavoneamiento" público. La catedral de Milán nunca dió tan fuerte en el fiel católico. El orgullo, la virilidad y los patrocinados cojones de Silvio se vinieron abajo, y el mundo contempló a un hombrecillo asustado y desorientado cuya única preocupación parecía ser que le hubieran dañado el carísimo proyecto dermoestético que lleva en la cara.
Hablando de humildad, no hay mejor rastro de ella que una buena cicatriz en la cara. Me alegraría que Silvio a sus 73 años, todavia aprendiera algo de la vida. También me agrada que se siga devaluando la imagen de ese país llamado Italia, del que abiertamente reniego. Siempre había considerado a España como el mejor ejemplo de degradación y regresión cultural, pero ha quedado relegada a un segundo puesto como una degradación de tipo histórico, aunque todo apunta a que la historia se repita, pero eso no viene aquí a cuento. La (atención "muletilla") "rabiosa actualidad" apunta al "Pseudo-Imperio Romano" como la mayor degeneración social y cultural del primer mundo. No quiero entrar a hablar de Nápoles, de la Camorra, del fascismo ni de la ignorancia aquí, creo que todo el mundo puede saber, sentir o presentir lo que hay en Italia. Y a la cabeza de ese despropósito tenemos al bueno de Silvio, que roba, folla y censura con total impunidad mientras firma autógrafos.
Bueno, ¿y qué pasara con el ídolo de masas de Tartaglia? De momento encontrar una imagen suya en la red ha sido un ardua tarea para mi, solo dos días después del suceso. Parece un preliminar de lo que le ocurrirá a este pobre patán que osó agredir a uno de los hombres con más poder del mundo (no confundir con poderoso, que no es lo mismo). Hoy, por ejemplo, no se sabe que autoridad ha conseguido cerrar el perfil falso de Facebook del señor Tartaglia, que ya contaba con cientos de miles de seguidores o fans, entre los que me incluyo. En algun lugar alguien tiene que estar redactando un turbio y rojo pasado izquierdista en los expedientes, tanto de su familia, como del pobre Massimo, acusado de terrorismo. También a dia de hoy, el gobierno de Berlusconi se está agachando a recoger otro souvenir y se dispone a lanzarlo: la oposición y la izquierda es acusada de alentar la agresión de Tartaglia, y es por tanto responsable. Ya tienen todos los ingredientes para un buen segundo plato de intimidación y de derechos y libertades coartados.
Como diría Garfield (el gato naranja, que no el estadista): Siempre nos quedará la lasaña.
1 comentario:
"Matar a un hombre que no te deja vivir es un acto en defensa propia". Leopolo María Panero dixit.
Aún con todo, no es justificable pero bueno... Buena entrada!
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